De las bebidas espirituosas en Galicia
Escenarios populares, imágenes de cocimientos mágicos, aroma a tradición… El mundo de las bebidas espirituosas que nos evoca la palabra Galicia. Tierra de labriegos, resulta imposible no asociarla con los destilados… y no meternos en su historia.
Comencemos por el nombre. La acepción popular las describe como espirituosas por el poder que ejercen tras su consumo: elevar y alegrar el espíritu. Sin embargo, el porqué de esta denominación descansa en los orígenes de la palabra espíritu, que por definición significa "vapor sutilísimo que exhalan el vino y los licores". Es por lo tanto una referencia al alma de las bebidas alcohólicas, el etanol.
Espirituoso, espíritu del vino… La jerga de las bebidas alcohólicas extiende estos términos para referirse a los destilados en general. Y en Galicia, más concretamente, para referirse al orujo o aguardiente, cuya elaboración descansa –como no podía ser de otra manera –en el corazón del viticultor.

A todas estas definiciones, cuando nos centramos en los orujos de la geografía gallega, debemos añadirles un sinfín de connotaciones relacionadas con la magia y los rituales, profundamente arraigadas en nuestra civilización y que han creado todo un universo. Pero antes…
Un poco de historia
El origen de la palabra alcohol es árabe, al igual que el de los avíos que se emplean para la destilación, el alambique o la alquitara. Y es que se suele atribuir –como explica el Consello Regulador –el descubrimiento de la destilación para la obtención de alcohol a la alquimia árabe, quienes en el siglo IX recopilaron los conocimientos sobre la destilación de los alquimistas ya existentes.
El traslado de los conocimientos de los árabes a Europa llegará de la mano de Geber, autor de uno de los tratados de química más antiguos conocidos, con su obra traducida al latín bajo el nombre De Summa Perfectionis. En ella, se recogía el pensamiento y métodos de la química, incluyendo la destilación.
A Galicia, las destilaciones de orujo no llegarían hasta el siglo XVII. Y lo harían gracias a la transmisión de conocimientos entre los conventos y órdenes religiosas y, sobre todo, a través del Camino de Santiago.